Akari viene a significar luz o claridad en japonés y es algo muy presente en la última obra de Marco Kohinata titulada como tal.
A mi, y seguramente a muchos y muchas de vosotros que llevéis un tiempo en esto del manga también, os puede pasar que cuando alguna obra, ya sea un largometraje o serie, empieza a hacerse viral no os sorprenda tanto. Quizá es por aquello de haber disfrutado de muy buenas historias menos conocidas por el gran público a través del manga. Nada que tantas y tantas personas que han leído todo tipo de novelas a lo largo de su vida no haya sentido antes también, pensaréis. Y seguramente tengáis toda la razón. Pero en definitiva en Dimensión Manga el nombre ya especifica de lo qué hablamos: de Manga.
Trajimos al programa las dos obras anteriores de Kohinata, Los artistas no pisan las flores y El profundo azul del cielo, la primera de las cuáles tiene también un reciente artículo en esta misma web. Os pido de antemano disculpas por el empacho kohinatal pero Akari no podía ser menos. Sobretodo porque si tuviera que recomendar por dónde empezar a leer alguna de sus obras citaría esta, por ser la más redonda y la mejor estructurada. El problema es que el precio podría tirar para atrás al más pintado, pero como editar manga debería -y es- algo que siempre agradeceré, dejaré este tema para el final.
Le gusta a Kohinata tocar temas sensibles. Y es que aunque sobre sus mangas sobrevuele un aire de cuento, los contextos que se nos presentan no son plato de buen gusto precisamente: guerras, pasar hambre, ser una expresidiaria o perder a un ser querido. O simplemente, no hablarse con un ser querido.
Estos dos últimos temas son la premisa inicial de Akari, donde el artesano anciano de vitrales Kagari es el protagonista. Una vida ligada a los vitrales y a su mujer. Él, reservado y serio, trabajador y enfocado en su trabajo artesanal. Ella, sonriente, amable y cercana pero también directa. Los polos opuestos se atraen o se complementan, según se mire.
El caso es que después de una vida juntos y con retoño, su mujer lleva ya un tiempo de hospitales. Una llamada y todo se trunca. Kagari pierde a su esposa y a su vez la ilusión y pasión por las cosas; deja de lado su trabajo artesanal e impartiendo clases. No encuentra la alegría. Ni alegría ni esperanza hasta que recibe una visita por sorpresa de su nieta Akari, a la que hace tiempo que no ve ya que no se habla con su hijo desde hace muchísimos años. Es pues una visita inesperada por muchos motivos.
Juntos inician una suerte de terapia a través de los vitrales donde él, figura madura y entrañable (no tanto al principio) de abuelo, le educa a ella en este arte y le da cobijo en su hogar. Ella aprende de uno de los mejores a la vez que hace que el corazón de Kagari se vaya descongelando. Todo va a mejor si no fuera porque Akari esconde un secreto que ya conoce el lector.
No puedo hablar mucho más del argumento de este manga seinen sin reventar nada, donde se tratan temas como la carga familiar, vivir un luto o las asperezas económicas, trayéndonos también una realidad existente de distancia emocional en ese Japón donde se corren tupidos velos.
Hay a quienes el presente estilo gráfico puede tirar para atrás. A veces me olvido que cuando algo me gusta no gusta a todo el mundo, y Akari es un claro ejemplo de ello. No estamos delante de un manga al uso, no esperéis encontrar ojos grandes y líneas cinéticas por doquier. No se trata de eso y la autora tampoco lo busca.
Con un trazo más bien grueso e inacabado, mucho uso de grises y blancos para simbolizar el elemento de la luz y personajes expresivos, la lectura es fácil y agradable. En cada obra experimenta Kohinata en este sentido.
El uso de viñetas ayuda en una narrativa ya de por sí fluida, pero en conjunto si ojeáis cualquier obra de la mangaka os daréis cuenta enseguida de una influencia occidental, a lo que si añadimos el uso de acuarelas en ciertas ilustraciones aún nos inunda más esta sensación de cuento como os comentaba. No es muy manga. Pero el contexto y los personajes son realistas y lucen japoneses, por así decirlo. En ese sentido, es un poco Taniguchi y si habéis leído cualquier obra suya, sabréis a lo que me refiero. En definitiva el estilo gráfico es rápidamente reconocible y eso es algo positivo en un mundo de mangas a veces demasiado genéricos gráficamente hablando.
Recupero ahora el tema de la edición. El trabajo de Ponent Mon es impecable, con una calidad de impresión, rotulación y papel formidable. Que no haya sobrecubierta y la misma portada se desgaste es algo que a los más tiquismiquis no nos gusta tanto, pero es materia personal y carece de importancia.
Hablar mal de una editorial de manga es como tirarse piedras sobre el propio tejado si a uno le gusta este mundillo, eso es cierto y me disgusta. Al final comprar un manga no deja de ser un lujo y si te agrada pasas por caja. La lástima es que habrán personas que no lo harán si esto les supone un gasto elevado y pasarán de largo. Pero cada editorial tiene sus políticas y todo es respetable; quizá es que como comentábamos delante del micro, se ha editado más bien en un formato parecido a un libro o novela gráfica y se busca ese público.
Con calma seguiremos disfrutando de las historias tan releíbles de Kohinata a la espera de su próxima obra, que esperemos sea editada por estos lares y de nuevo en DM hablaremos de ella sin ninguna duda.
Para acabar deciros que uno de los kanjis del nombre Akari, bastante común en el país nipón, representa la idea de algo brillante o luminoso, mientras que otro hace referencia a una lámpara o fuente de luz. Lámparas vais a encontrar muchísimas en el manga, sobretodo las carísimas estilo Tiffany’s, pero quizá más difícil sea encontrar a alguna persona cálida y que nos traiga luz. Podemos empezar practicando con nosotros mismos.
Como dijo Leon Tolstói, del mismo modo que una vela ilumina a otra y puede iluminar a miles de velas, un corazón ilumina a otro corazón y puede iluminar a miles de corazones.