La Primera Guerra Mundial, la madre de todas las guerras, llegó a su fin, pero dejó un reguero de muerte, dolor y miseria. En los años 30, en un pueblecito francés cercano a la frontera con Alemania, los efectos del conflicto militar siguen muy presentes y la situación no es fácil para casi nadie. Los niños, pese a la dureza del ambiente, intentan vivir con alegría.
Esta es la historia de un grupo de amigos que confiaban en un futuro feliz y en paz.
Solía decir mi padre aquello de “Qué malo es pasar hambre, pero qué bueno es haberla pasado” Y no se refería claro está tan sólo a los que pasan hambre por los tiempos de la posguerra, sino también al saber apreciar los buenos tiempos cuando los hemos vivido peores. Es cierto que la guerra por antonomasia, con miles de largometrajes y documentales en su haber, es la Segunda Guerra Mundial. Pero esta, la Primera, que se nos describe en la parte posterior de la sobrecubierta del presente manga y he incluído en la cabecera del artículo, no fue moco de pavo precisamente. Malditas guerras, que diría aquel.
No os voy a dar una clase de historia, no va precisamente de eso Los artistas no pisan las flores de Kohinata. Pero ya véis por donde van los tiros, un pueblecito en posguerra y cómo se las apañan sus habitantes para vivir.
Me gustaría decir aquello de que los niños aportan alegría y jolgorio ante la pesadumbre escénica de edificios prácticamente derruidos, y tal vez sea verdad, pero es un manga que vamos a saborear más con un piano nostálgico de fondo que acompañe que con temas alegres y rebosantes de vitalidad. Así que música melancólica maestro y adentrémonos en su páginas.
Una primera página en color sepia y el dibujo a carboncillo del pueblo ya nos adentra en la citada Francia de los años 30; mujeres con vestidos, hombres con sombrero y bigote y niños con tirantes. Antiguo, pero elegante pese a la falta de recursos. Las 4 páginas a color siguientes ya nos sumergen del todo. Fábricas, la radio como invento rompedor como fuente de nuevas e hilo musical y un padre que sigue adelante mostrando una sonrisa delante de su hijo, un poco La vida es bella, conforman el prólogo que da título al manga.
Lo fácil, para rellenar estas páginas, sería describir cada uno de los 10 capítulos que conforman la obra, pero lo suyo es que cada cuál saque sus propias conclusiones después de leerlo y, dicho sea de paso, no os comáis ningún spoiler.
No estamos delante de un compendio de historias cortas separadas que a veces pueden dejarnos fríos o rarezas primerizas de un autor en concreto. En este caso las diferentes historias vistas desde los ojos de los niños conforman una sola, la de este pueblecito francés donde la posguerra nos trae hambre, huérfanos y viudas. La incipiente caza hebrea (recordemos la cercanía a Alemania) el qué dirán en un contexto católico o descubrir el amor en situaciones catastróficas son algunos de los otros temas que podremos encontrar. Numerosas dificultades pero también solidaridad y apoyo.
Hemos comentado alguna vez en el programa que el público que lee manga es diferente al que sólo ve anime. Si tienes un manga como Los artistas no pisan las flores entre tus manos puedes comprender el por qué.
Kohinata, enamorada del estilo vintage occidental -francés en este caso- transmite la pasión a través de un estilo gráfico similar al carboncillo con lo cual pensaremos que estamos pasando las páginas de un cuento. Y un cuento hay que leerlo, o escucharlo, pero verlo es más difícil. Es otra cosa, otra sensación.
Quizá los más cercanos a conseguirlo en otro medio sean Studio Ghibli (el de Miyazaki, no el desecho de la IA) en ciertos momentos, por aquello de la devoción y sensibilidad en sus páginas mostrando antiguos paisajes urbanos y rurales con minucioso detalle.
Cambiaba ya de tema y lo he tocado muy por encima: El estilo gráfico de Kohinata, expresivo, contemporáneo, de líneas suaves y un buen uso de sombras y contrastes, es marca de la casa. Mangaka con varios galardones a sus espaldas, uno de ellos en su Japón natal en 2021 por la presente obra, posee un estilo propio fácil de identificar.
Servidor se enamoró de su trabajo desde este manga, así como de El profundo azul del cielo, que también trajimos al programa. A día de hoy aún falta por comentar Akari, que tan buena pinta tiene y ya me está haciendo ojitos desde la estantería. La presente edición de Milky Way es tan bonita como tantas otras y quedará estupenda en tu mangashelf si decides darle una oportunidad a sus casi 200 páginas.
De nuevo me quedo corto comentando una obra y esta vez no tengo excusas al tratarse de un texto. Mejor echadle un vistazo vosotros mismos. Y recordad no pisar las flores, como buenos artistas…